Cuando era niña mi abuelo tenía un carro de color azul muy cómodo y espacioso. En la parte trasera, sobre las dos ruedas, crecían dos aletas que recordaban las alas de un pájaro. Un amigo de la familia le llamaba “El pájaro azul’. En él paseábamos, íbamos al campo y en el maletero mis abuelos cargaban sacos con naranjas dulces. En el verano nos íbamos a Varadero ; niños alborotados soñando castillos de arena y cantando canciones de mar. Desde atrás podía ver el perfil de mami que siempre se sentaba delante con nuestra abuela y al lado de la ventanilla para fumar sus cigarros marca Aroma.

Esta serie es fruto de la melancolía. Veo estos carros tapados, escorados en el borde de la acera o en un solar yermo e imagino que al levantar al lona encuentro hilos de un saco de yute, una pelota de playa y en la guantera, una cajetilla empezada de cigarros Aroma.